jueves, 19 de noviembre de 2009

Las plantas eléctricas ayudan poco al comercio en la noche

El estridente sonido del motor de un generador de energía daba la bienvenida a los clientes la noche del martes. Gissela Ramos, administradora de la Panadería Ambato atendía el negocio pese a que su local no tenía luz eléctrica.

La avenida González Suárez, en el norte de Quito, estaba desolada y casi a oscuras. Solo algunos edificios tenían sus luces encendidas con la ayuda de generadores. El zumbido de las máquinas se confundía con el de los motores de los autos que circulaban rápidamente por esa calle.
Pero el rótulo luminoso de la panadería llamaba la atención en la arteria. Ramos atendió la panadería solo hasta las 19:00, porque la planta de energía estaba a punto de colapsar. “Por lo general el aparato funciona bien y provee de energía por varias horas, pero hoy se descompuso y tenemos que cerrar la panadería”.

La mujer realizaba rápidamente el inventario de los productos antes de que la energía se agote. El piso del negocio vibraba por la fuerza que emitía la planta.

A unos metros de ese lugar se observó otra isla de luz en medio de la penumbra de la González Suárez. En el subsuelo de la Torre Olympus, Janeth Martínez y Saúl Elizaga aguardaban por clientes en la peluquería Nexus.

Martínez señaló que la planta de energía del edificio también abastece su negocio. Pero aseguró que existen momentos en que la planta deja de funcionar y vienen los inconvenientes con los usuarios. “Los racionamientos siempre afectan a este tipo de negocios, para nosotros es vital tener energía para poder trabajar”. El salón estaba vacío por lo que Martínez y Elizaga aprovecharon para mirar televisión.

Pero el apagón de cuatro horas del martes tampoco fue una excusa para que Santiago Kohn dejara de atender su cafetería.

Aunque La Liebre Café Bar no cuenta con un generador de energía, las velas y las luces de emergencia que funcionan con baterías bastaron para darle un ambiente bohemio al lugar.

Más de cinco personas visitaron el lugar, a pesar del apagón. Las mesas estaban iluminadas con velas sostenidas en envases coloridos de vidrio.

Kohn también se las ingenió para que la parte administrativa y la caja no dejaran de trabajar. Él colocó dispositivos electrónicos para mantener prendidas las computadoras por al menos dos horas. “Las pérdidas son cuantiosas, por ejemplo, los martes teníamos el local lleno, porque hay conciertos de jazz, pero con los apagones tenemos que buscar otras alternativas para el negocio”.

Al igual que esta cafetería, un negocio de comida rápida no dejó de trabajar pese al racionamiento de la noche del martes. Con la ayuda de un generador de energía, el local pudo recibir a una decena de comensales.

Sin embargo, el estridente sonido molestó a algunos clientes. Fernanda Cedeño aseguró que el ruido de los aparatos contribuye a la contaminación auditiva.

El barullo que producen las máquinas no le preocupan a Édison Sánchez, empleado de un local de comida, en las avs. 6 de Diciembre y El Inca, en el norte. “La mayor dificultad es que la planta no nos abastece”. Según Sánchez, la planta solo provee energía al asadero y la iluminación, pero los congeladores no funcionan.

Análisis:
Es una nota con muchas fuentes y testimonios que hace que el lector tenga una lectura fluida y no es aburrida. Además hay investigación y señala a varios sectores del comercio y cómo estos se ven afectados por la falta de la energía eléctrica.
El Comercio
19/Noviembre/2009

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