De la mano de su mamá, Miguel Ángel Tufiño corría desde la calle Antonio Rodríguez hasta el redondel del Calzado, en la avenida Teniente Hugo Ortiz, donde se realizó ayer el desfile de La Confraternidad. “Mami nos atrasamos”, decía, mientras su madre, Elizabeth Oña, le colocaba una gorra para protegerlo del sol.
Eran las 08:00, pero desde las 05:30 los asientos blancos de las aceras ya estaban ocupados. Patricia Gómez, moradora del sur, llegó a las 07:00 y pudo alquilar cuatro sillas para ella y sus tres amigas. Por el uso de la banca pagó USD 1. El propósito era tener un buen lugar para disfrutar del recorrido de las bandas, bastoneras y bailarines que animaron la mañana del sur capitalino.
Pero a varias personas que llegaron tarde no les importó subirse en los árboles, en los cerramientos y hasta en la señalización horizontal sobre la vía. Franz Alomía y su esposa Tatiana fueron más originales y llevaron una escalera para poder disfrutar del espectáculo con su hijo de 10 años.
Las más de 110 000 personas que asistieron al desfile, según la organización, corearon las canciones tradicionales de la urbe y aplaudieron las comparsas. Oña no estaba muy segura de asistir con su hijo de 5 años, pero al llegar allí se sentó en la calzada y compró un paraguas en USD 2 para evitar que el intenso sol los agotara. “Es la segunda vez que asisto junto con mi pequeño, pero está muy bonito y veo que hasta hay puestos para beber agua”.
A lo largo de la avenida estaban ubicadas varias carpas de la Empresa Metropolitana de Alcantarillado y Agua Potable, a donde los presentes podían acercarse a tomar agua. Pero si lo preferían podían comprarla en botellas cuando uno de las decenas de comerciantes llegaba a su puesto.
Durante el desfile, se vendió de todo, hielo en vasos, jugo de coco, helados, bolos, caramelos, cebiche de chochos… pero los puestos en donde se vendían gorras fueron los más visitados.
Mientras uno de los zanqueros gritaba ¡Viva Quito!, entre la multitud se acercaba a su carroza la reina de la ciudad, María Caridad del Castillo. La guapa joven fue aplaudida por los presentes y no dejó de sonreír en todo el trayecto. Una de las cosas más admiradas por los presentes fue el movimiento de las bastoneras. Las chicas del colegio Fernández Madrid y del plantel Quito no dejaron de mover sus bastones a pesar del sol y el cansancio.
Juan Serrano contó que todos los años asiste al desfile para ver a las hábiles jóvenes. Para él, ellas son lo mejor que tiene el espectáculo. “Animan a la gente y con su bonita sonrisa contagian siempre a todos los presentes”.
Serrano vive en la Villa Flora y madrugó para guardar puesto con su hermano Raúl. Ambos llegaron a las 06:00 y se ubicaron en el redondel de la Atahualpa.
Pero ellos no fueron los únicos que asistieron para ver la belleza quiteña. Los jóvenes Cristian Maldonado, Julio Escobar y Eduardo Macías esperaban ansiosos el paso de los ocho carros alegóricos para ver a la corte de la Reina y a las representantes de las provincias. Su alegría fue máxima cuando, en uno de los vehículos llegaba Sofía Lara, señorita Confraternidad. Ella, al oír los piropos de los muchachos, les lanzó una de las flores que tenía en la mano.
Después de tres horas de duración, el desfile cerró con la presentación del cantante Jaime Enrique Aymara. El artista estuvo en el carro alegórico que representaba a la diversidad artística.
En la tarima también un grupo de danzantes de Humanizarte que amenizaba con su coreografía. Mientras Aymara pasaba, la gente alzaba las manos y cantaba a viva voz uno de sus éxitos.
Detrás del vehículo, la banda musical del Colegio Mejía hizo sonar fuerte sus tambores. Con su marcha que retumbaba la calzada finalizó el desfile.
Análisis:
El periodista en esta nota utiliza la crónica para redactar los hechos ocurridos en el desfile. Acoge a varios personajes lo que le hace más entretenida y fácil de leer. Habla de lo que los comerciantes venden, de la gente que llega a ver el desfile, de los que participan de alguna manera en el mismo y esto completa la noticia. Sin embargo tomaría las voces de las personas que viven junto al lugar donde se desarrolla el desfile en este caso de la tribuna del sur. Probablemente la gente pueda contar desde cuándo se arma la tarima, si se ven afectados por las calles que cierran, si salen a ver el desfile y cómo queda el lugar después del festejo. Tal vez eso enriquecería más la nota periodística.
El Comercio
30/Noviembre/2009
Eran las 08:00, pero desde las 05:30 los asientos blancos de las aceras ya estaban ocupados. Patricia Gómez, moradora del sur, llegó a las 07:00 y pudo alquilar cuatro sillas para ella y sus tres amigas. Por el uso de la banca pagó USD 1. El propósito era tener un buen lugar para disfrutar del recorrido de las bandas, bastoneras y bailarines que animaron la mañana del sur capitalino.
Pero a varias personas que llegaron tarde no les importó subirse en los árboles, en los cerramientos y hasta en la señalización horizontal sobre la vía. Franz Alomía y su esposa Tatiana fueron más originales y llevaron una escalera para poder disfrutar del espectáculo con su hijo de 10 años.
Las más de 110 000 personas que asistieron al desfile, según la organización, corearon las canciones tradicionales de la urbe y aplaudieron las comparsas. Oña no estaba muy segura de asistir con su hijo de 5 años, pero al llegar allí se sentó en la calzada y compró un paraguas en USD 2 para evitar que el intenso sol los agotara. “Es la segunda vez que asisto junto con mi pequeño, pero está muy bonito y veo que hasta hay puestos para beber agua”.
A lo largo de la avenida estaban ubicadas varias carpas de la Empresa Metropolitana de Alcantarillado y Agua Potable, a donde los presentes podían acercarse a tomar agua. Pero si lo preferían podían comprarla en botellas cuando uno de las decenas de comerciantes llegaba a su puesto.
Durante el desfile, se vendió de todo, hielo en vasos, jugo de coco, helados, bolos, caramelos, cebiche de chochos… pero los puestos en donde se vendían gorras fueron los más visitados.
Mientras uno de los zanqueros gritaba ¡Viva Quito!, entre la multitud se acercaba a su carroza la reina de la ciudad, María Caridad del Castillo. La guapa joven fue aplaudida por los presentes y no dejó de sonreír en todo el trayecto. Una de las cosas más admiradas por los presentes fue el movimiento de las bastoneras. Las chicas del colegio Fernández Madrid y del plantel Quito no dejaron de mover sus bastones a pesar del sol y el cansancio.
Juan Serrano contó que todos los años asiste al desfile para ver a las hábiles jóvenes. Para él, ellas son lo mejor que tiene el espectáculo. “Animan a la gente y con su bonita sonrisa contagian siempre a todos los presentes”.
Serrano vive en la Villa Flora y madrugó para guardar puesto con su hermano Raúl. Ambos llegaron a las 06:00 y se ubicaron en el redondel de la Atahualpa.
Pero ellos no fueron los únicos que asistieron para ver la belleza quiteña. Los jóvenes Cristian Maldonado, Julio Escobar y Eduardo Macías esperaban ansiosos el paso de los ocho carros alegóricos para ver a la corte de la Reina y a las representantes de las provincias. Su alegría fue máxima cuando, en uno de los vehículos llegaba Sofía Lara, señorita Confraternidad. Ella, al oír los piropos de los muchachos, les lanzó una de las flores que tenía en la mano.
Después de tres horas de duración, el desfile cerró con la presentación del cantante Jaime Enrique Aymara. El artista estuvo en el carro alegórico que representaba a la diversidad artística.
En la tarima también un grupo de danzantes de Humanizarte que amenizaba con su coreografía. Mientras Aymara pasaba, la gente alzaba las manos y cantaba a viva voz uno de sus éxitos.
Detrás del vehículo, la banda musical del Colegio Mejía hizo sonar fuerte sus tambores. Con su marcha que retumbaba la calzada finalizó el desfile.
Análisis:
El periodista en esta nota utiliza la crónica para redactar los hechos ocurridos en el desfile. Acoge a varios personajes lo que le hace más entretenida y fácil de leer. Habla de lo que los comerciantes venden, de la gente que llega a ver el desfile, de los que participan de alguna manera en el mismo y esto completa la noticia. Sin embargo tomaría las voces de las personas que viven junto al lugar donde se desarrolla el desfile en este caso de la tribuna del sur. Probablemente la gente pueda contar desde cuándo se arma la tarima, si se ven afectados por las calles que cierran, si salen a ver el desfile y cómo queda el lugar después del festejo. Tal vez eso enriquecería más la nota periodística.
El Comercio
30/Noviembre/2009
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