miércoles, 2 de diciembre de 2009

La caballerosidad quiteña se pierde poco a poco en los buses

‘El que llega, llega’. Y cada vez que César Bedoya entra a la estación del Trolebús, en El Recreo, tiene que apurar el paso para no quedarse atrás en la fila de embarque.

A sus 81 años, Bedoya tiene la ventaja de encolumnarse en la fila exclusiva para adultos mayores, personas con capacidades especiales, mujeres embarazadas y con niños en brazos que existen en la estación de El Recreo. No obstante, la exclusividad de la fila no se respeta.

En la estación hay guardias de seguridad y personal de atención al cliente que controlan y organizan el acceso, especialmente en las horas pico.

Pero Manuel Cueva, de 62 años, asegura que el control no es permanente. Por eso, mientras espera un trole que lo lleve hasta la plaza de Santo Domingo, en su rostro se nota el disgusto con los jóvenes que también esperan en la fila exclusiva. “Yo les digo de frente que aprendan a respetar pero igual no hacen caso y algunos se hacen los dormidos”.

A las 08:50 de ayer, en la fila exclusiva se observaban jóvenes, hombres y mujeres que se intercalaban en la fila exclusiva con ancianos y mujeres embarazadas. El joven Eduardo Velásquez dijo que los rótulos que indican la distribución de las filas no son visibles y “por eso me metí”. La misma excusa tuvo Lilia Luna, quien no respetó la zona de ingreso para pasajeros especiales.

Cerca de la puerta de embarque, en la fila exclusiva, Andrés García aseguró que está consciente de estar irrespetando la fila, pero acusa a la falta de organización en la estación.

El trole que llegó a El Recreo, a las 09:00, y que enseguida salía a La Y, recogió a los pasajeros del andén y no faltaron los empujones y enojos. Con nueve meses de gestación, Tania Criollo caminaba con cuidado para evitar el caos de los pasajeros. Ella dijo que en más de una ocasión le ha tocado viajar de pie en los buses.

En el interior del trole, Rosa Ceracapa, de 28 años, hacía un esfuerzo para mantener el equilibrio mientras llevaba a su hija de 6 meses en los brazos. “A veces hay personas que se levantan de sus asientos, pero es más difícil cuando los buses van muy llenos; nadie se solidariza”. Ella utiliza un canguro para llevar a su hija porque no es la primera vez que le toca viajar parada.

Lo mismo le ha tocado a Lelia Mediavilla, de 86 años, contó que el respeto y la caballerosidad quiteña ya no se ven en estos días. Ella también se quejó del trato de los choferes de las unidades de servicio público. “No consideran la edad y por ir apurados ni siquiera paran bien”.

Magdalena Lalama se subió ayer, con su hijo de 1 año en brazos, a la unidad 21 de la cooperativa Mitad del Mundo a las 07:00. En las ventanas de los tres primeros asientos del bus había un adhesivo que señalaba que esos puestos eran preferenciales. Sin embargo, ninguna de las tres personas que se sentaron en ellos cedieron sus asientos a Lalama, quien se veía agotada de estar parada con su pequeño.

El bus estaba lleno, los usuarios tuvieron que pararse hasta en las gradas de la unidad para ser transportados y en medio de ellos iba esta joven madre.
En el trayecto, Lucía Robalino, que estaba de pie junto a Lalama, tuvo que gritar que alguien le cediera el asiento. Solo así, un joven se puso de pie para que la madre pudiera sentarse.

Cerca del redondel del Condado, en el norte, Rosita Ramos, de 71 años, subió al bus. Nuevamente, ninguna de las personas de los primeros asientos se levantaron.

Consuelo Salvador, de 55, fue la única que se percató de que Ramos estaba sostenida de un tubo, tambaleándose por el movimiento y decidió levantarse. Así Ramos pudo llegar hasta el redondel de Miraflores para ir a hacer compras en el Centro.

Análisis:
Me parece que es importante rescatar temas como estos. Tal vez no tengan mucha coyuntura pero son malestares que vive la sociedad y que de alguna manera los periodistas deben rescatar estas historias para informar a la gente lo que está pasando. Se toman varios testimonios que enriquecen la noticia sin embargo tomaría también declaraciones de los choferes de los buses o de la gente encargada de la organización dentro de las estaciones del Trole. Pondría el por qué no controlan ellos que la fila de personas ancianas, embarazadas o con otro tipo de capacidad sean respetadas.

El Comercio
2/Diciembre/2009

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